sábado, 30 de enero de 2016

PELÍCULA CLAVE: Flaming Creatures. El nacimiento del "camp", la muerte de Jack.

Fecha: 1963
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Jack Smith
Reparto: Frances Francine, Sheila Bick, Dorolores Flores/Mario Montez, Judith Malina
Por qué es clave: Dirigida por un genio underground, esta película influyó enormemente en Andy Warhol, Werner Shroeter, Nan Goldin, Mike Kelly y otros.

Estos 43 minutos de metraje en blanco y negro -rodados en películas desechadas y a veces tan dañadas y descoloridas que crean un efecto surrealista de blanco sobre blanco- cambiarían los medios de comunicación estadounidenses para siempre. Bajo una banda sonora completamente desincronizada que va de un silencio inquietante al latin pop, el rock and roll, la música de películas de serie B de Mario Montez y un divertido diálogo sobre cómo hay que quitarse los restos de pintalabios del pene, la película va mostrando imágenes fracturadas y descentradas, algunas estáticas, otras frenéticas. Cuerpos de género incierto (drag queens, tipos musculosos con las axilas peludas, barbas y pintalabios, e incluso mujeres de verdad) se mezclan ingeniosamente con lirios blancos, rosas, joyas falsas, ropa árabe, gasas y encaje...Es como un bodegón enloquecido, como un eco de la más barroca puesta en escena de Sternberg. Primeros planos de manos acariciando penes fácidos o un pecho exquisito, de genitales femeninos en mitad de una escena de falsa orgía/violación en grupo, alternados con momentos de pseudonarrativa: la mañana después de un bacanal seguida de un terremoto, el baile seductor de una mujer española (Montez vestido de mujer) , una drag queen vampiresa a lo Marilyn Monroe levantándose de un ataúd...

La película se originó en los espectáculos gay del Manhattan de la década de 1960, una época de inocencia en la que uno se podía pasar la vida bailando. Y Jack Smith quería que sus espectadores se divirtieran. Según Susan Sontag, esta obra supuso el nacimiento del camp, el estilo amanerado y divertido. Flaming Creatures se enfrentó a una censura brutal tanto en Estados Unidos como en Europa. Smith la retiró de la circulación, no volvió a estrenar ninguna otra película y se sumergió en un estado de paranoia o locura de genio que acabaría matándolo.


Bérénice Reynaud.


domingo, 24 de enero de 2016

ESCENA CLAVE: Hannay se esconde en la casa del campesino. "Los 39 Escalones" (The 39 Steps)

Fecha: 1935
Nacionalidad: Reino Unido
Director: Alfred Hitchcock
Reparto: Robert Donat, Peggy Ashcroft, Hohn Laurie
Por qué es clave: Tenso suspense de Hitchcock, por supuesto, pero también algo más atípico, pues es una de sus escenas más humanas y conmovedoras.

Hace ya mucho tiempo que el maestro del suspense es famoso por su capacidad para crear tensión dramática, pero no por hacer que sus personajes nos conmuevan. Es más, sus películas de Hollywood, más sofisticadas desde el punto de vista técnico, a menudo han hecho sombra a sus anteriores trabajos hechos en Inglaterra con mucho menos presupuesto. Esta adaptación de la novela de John Buchan -junto con Alarma en el expreso (The Lady Vanishes, 1938), que es la mejor de sus película inglesas- es también la historia más cálida de su larga y prolífica carrera.

Cuando el héroe fugitivo Richard Hannay (Donat) conoce al campesino John (Lauriel), llega a un trato con él para que le deje un lugar en el que dormir. Pero comete un inocente error al dar por sentado que Margaret (Ashcroft) es la hija del anfitrión, cuando en realidad es su mujer. La joven señora de la casa siente curiosidad sobre su vida en la ciudad y tiene la generosidad de creer que es inocente del asesinato del que se le acusa en los periódicos. Incluso lo despierta cuando llega la policía para advertirle de la posible traición de su marido: "Me echará un sermón, pero nada más", dice ella con valentía (si bien luego resulta estar equivocada) cuando el fugitivo se muestra preocupado por las consecuencias. Aunque es muy corta, la escena refleja hábilmente la empatía que ha surgido entre ambos personajes y el espectador llega a sentir lástima por Margaret, aislada en aquel remoto lugar con un marido tacaño, desconfiado y demasiado viejo para ella. Por mucho que diga lo contrario, sabemos que va a recibir algo más que un golpe, como hace pensar la desolación de su rostro mientras cierra la puerta después de que Hannay se haya ido. El breve sueño de aventuras ha acabado...

Geoff Andrew



jueves, 21 de enero de 2016

ESCENA CLAVE: Scraps ve a Frankie saliendo del hospital. "Million Dollar Baby".

Fecha: 2004.
Nacionalidad: Estados Unidos.
Director: Clint Eastwood.
Reparto: Clint Eastwood, Morgan
Freeman, Hilary Swank.
Por qué es clave: Utiliza la voz en off con moderación para ofrecernos al mismo tiempo tres puntos de vista distintos sobre un acontecimiento dramático.



Con dolor y gran peso en el corazón, que podemos ver en el rostro y en sus movimientos, y en contra de sus convicciones y deseos (como han dejado claro las dos escenas anteriores), por amor a Maggie (Swank), la chica que lo convenció para que la entrenara como boxeadora, con gran éxito, pero con resultados trágicos, Frankie (Eastwood) acaba de poner fin a su sufrimiento y a un futuro terrible, si es que acaso llegaba a sobrevivir.

Frankie se ha colado en su habitación del hospital, le ha dicho que iba a hacer lo que ella quería, la ha besado y ha cumplido con dolor y eficiencia la tarea que le había pedido. Le da un beso en los labios inertes y se marcha, creyendo que nadie lo ha visto. Pero suponemos y luego comprobamos que su compañero Scraps (Freeman) está escondido y ve lo que ocurre, sufre por ambos y los comprende. La manera en la que Eastwood muestra sus rostros a media luz y luego a Frankie marchándose en un plano general -mientras la voz de Freeman explica: "Y entonces se fue. No creo que le quedara nada"- transmite la visión generosa y comprensiva que el director tiene de los tres protagonistas de la película. Y la voz se revela como parte de la carta que escribe Scraps a la hija de Dunn ("Deberías de saber la clase de hombre que fue realmente tu padre").

Miguel Marías

martes, 12 de enero de 2016

DIÁLOGO CLAVE: La "explicación" de la maldad de Henry en "Henry, retrato de un asesino"

Fecha: 1986
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: John McNaughton
Reparto: Michael Rooker, Tracy Arnold
Por qué es clave: McNaughton nos ofrece una explicación freudiana del comportamiento del personaje.


Henry (Rooker) es lo bastante perverso y peligroso como para asustar a cualquier otro villano de la gran pantalla. Sus asesinatos son tremendamente violentos, lo que hace pensar, sin temor a equivocarse que disfruta matando, pero se trata de asesinatos aleatorios, pues sabe que cuanto más imprescindible sea su comportamiento, más difícil será que lo atrape la policía.


Aunque es un hombre solitario, Henry decide compartir su casa con Otis (Tom Towles) un tipo que va dando tumbos por la vida y que no tarda en aficionarse a los asesinatos en serie, con lo que se convierte en el protegido y compañero de Henry. La hermana de Otis, Becky (Arnold), se traslada también a vivir con ellos y pronto se gana el corazón de Henry, o lo que sea que haga bombear su sangre fría (Otis también se siente atraído por ella, pues para un asesino en serie, el incesto es una pequeña minucia).


Becky ha oído que Henry mató a su madre y un día decide preguntárselo. Éste lo confiesa: "La apuñalé", y con la voz impregana de dolor, relata cómo su madre abusó de él y lo humilló cuando era niño. Es una escena clásica en la que se nos ofrecen los datos psicoanalíticos que necesitamos para comprender las reíces de la maldad de Henry, y sentir que ejercemos algún tipo de control. "La maté de un disparo", concluye. Pero sólo un momento antes había dicho que la había apuñalado. Cuando Becky se lo hace ver, Henry se corrige con total tranquilidad. "Ah sí..., la apuñalé". En ese mismo instante nos damos cuenta de que el monólogo que acabamos de escuchar no es más que otra muestra de su locura, que no nos dice más de él que la marca de cerveza que bebe. No hay explicación alguna para una maldad tan profunda. Simplemente es así y tenemos que vivir con ello..., si es que no nos lo impide alguien como él.

David Sterritt.



jueves, 7 de enero de 2016

PERSONAJE CLAVE: Pam Grier. El comienzo Jackie Brown

Fecha: 1997
Nacionalidad: Estados Unidos
Director: Quentin Tarantino
Reparto: Pam Grier
Por qué es clave: El magnífico comienzo por sí solo da a la heroína del título (y a la actriz que la interpreta) algo que el director rara vez se permite: un respeto natural.

Todas las películas que ha hecho Quentin Tarantino han demostrado por qué es el rey del pastiche de la cultura pop, pero sólo una tiene corazón. Jackie Brown es la obra maestra de Tarantino sencillamente porque en ella consiguió crear dos personajes que parecen seres humanos con una vida emocional creíble. La historia de amor entre la azafata del título y un agente de finanzas convierte el largometraje en algo más que la anunciada unión de dos estilos -el blaxploitation de la década de 1970 (películas protagonizadas tan sólo por negros), representado por Pam Grier, y el thriller televisivo rejuvenecido de la década de 1960 (Robert Foster)- y sirve de contrapunto emotivo al irónico distanciamiento que caracterizan a los personajes de Tarantino (aunque Samuel L. Jackson, como paradigma de dichos personajes en esta película, se deleita en su interpretación del excéntrico gánster que pronuncia los discursos patentados por el propio director). Éste trata a Grier con un respeto muy poco habitual en su filmografía, abriendo y cerrando la película con dos extraordinarias tomas de la actriz

La primera es especialmente inteligente, pues condensa lo que sucede a continuación: la cámara avanza junto a Jackie Brown, se desliza como si volara por la cinta transportadora de un aeropuerto, pasa junto a un mosaico (que anuncia el estilo ecléctico de la película) y entonces la protagonista empieza a moverse, cada vez más rápido, hasta que echa a correr hacia la salida. Tarantino logra aquí una gran elegancia ayudado por la maravillosa balada soul de Bobby Womack "Across 110th Street" (que además es una referencia, pues es la canción que da título a la película de Barry Shear de 1972). Pero la verdadera elegancia reside sin duda en la propia Grier, en su belleza madura y en ese aura de respeto y dignidad que transmite con una ternura admirable.

Christoph Huber.